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sábado, 14 de febrero de 2015

Desmontando a San Valentín


Estos últimos días vemos los escaparates de muchas tiendas destilar amor al estar adornados con infumables motivos amorosos en forma de corazón y mil y una guirnaldas en color rojo y rosa. Todo ello orquestado para demostrar a nuestra pareja, previo pago claro está, lo mucho que la queremos, dando a entender que el amor que sentimos por alguien es medido por el precio de su regalo; cuanto más caro es el regalo más amados nos sentimos… 


El amor que se nos intentan  vender en estas  fechas es un amor pasteloso e infantil como el que se nos muestra en muchas de las películas y series de tinte romántico. Casi se nos obliga a enamorarnos de una persona pluscumperfecta, mal llamada nuestra media naranja, que casi siempre suele ser el reflejo de aquello que queremos ser. Es una persona tan  ideal que roza lo irreal, vendiéndonos el mensaje que si no la encuentras nunca serás feliz, que todas las relaciones que inicies que no sean con esa persona están abocadas al fracaso ya que sólo ella te hará feliz.  Y si tienes la suerte de encontrarla debes hacer lo imposible para mantenerla a tu lado, aunque algunas de tus acciones supongan una humillación hacia tu persona. Por amor todo debe ser perdonado,  ya que el amor todo lo redime, y nada importa,  aunque la persona idealizada sea un lastre para nosotros… pero da igual lo que uno se arrastre por esa persona, incluso con la certeza que no nos ama ya que tal y como nos enseñan las películas y los folletines románticos… quien la sigue la consigue. Sólo debemos hacer  memoria de las absurdas situaciones planteadas por las películas y series románticas, quien no recuerda las humillaciones a las cuales se somete voluntariamente Bridget Jones para conseguir la atención de su jefe,  o lo moderna que  se nos presenta a Carrie Bradshaw, la protagonista de la serie Sexo en Nueva York, cuando su máxima en la vida gira entorno a unos zapatos caros de tacón  y casarse con el hombre al que ella considera como perfecto, sólo por su miedo atroz a quedarse sola.  
Y qué decir de los folletines románticos que están tan en boga entre el público femenino, como la joven protagonista de la 50 sombras de Grey que es  capaz de someterse a la voluntad sexual de un hombre, tan sólo por  conseguir su supuesto príncipe azul que sólo la ama si se somete a su voluntad,  vendiéndonos que si haces eso,  a la larga, el será tuyo, que tu amor lo redimirá de todo mal, pero mientras,  haz lo que él te ordena, sino te dejará.  Si uno se para a pensar en el mensaje que nos venden este tipo de libros llega a la conclusión que no es muy diferente al que plantea el libro “Cásate y se sumisa” que tantas críticas ha desatado desde su publicación.

Pero ¿Quién ese Valentín a quien honramos en esta fecha?  Hay dos versiones sobre su leyenda. En la primera se trata de un sacerdote romano que acompañaba a los cristianos apresados durante las persecuciones contra los practicantes de esta fe  y que habían sido condenados a martirio y muerte.
La otra versión nos presenta a San Valentín como un sacerdote que contraviniendo la prohibición de las autoridades romanas que los jóvenes soldados contrajeran matrimonio al considerar que estos serían mejores combatientes sin tener ningún tipo de atadura familiar, casaba en secreto a las jóvenes parejas por el rito cristiano. Cuando fue descubierto, fue sometido a martirio y finalmente ejecutado.
A pesar que a finales del S.V la Iglesia Católica recogió las leyendas sobre San Valentín conmemorando su festividad del 14 de febrero, fecha en la que data su muerte, desde un principio se puso en duda la veracidad de su existencia. La idea de asociar el amor romántico con la figura de este heroico y legendario santo fue forjándose durante la Edad Media siendo la primera referencia a San Valentín como patrón de amor en el  siglo XIV, en el poema del escritor británico Geoffrey Chaucer “El parlamento de las aves”. Con el paso de los siglos su historia fue adornándose con más y más elementos fabulosos que han llegado hasta nuestros días.  La poca fiabilidad de su existencia hizo que en 1969 la Iglesia Católica lo excluyera de su calendario, en un intento de eliminar del santoral a aquellos santos de origen legendario y fabuloso.

La tradición del Día de los enamorados se inició en el S. XIX en los países de origen anglosajón donde las parejas comenzaron a intercambiarse postales con mensajes amorosos el día 14 de febrero, el día de la onomástica de San Valentín. La culpable de la existencia y popularización de estas infumables tarjetas es Esther Howland una artista y empresaria de EE.UU que a mediados del S. XIX comenzó a vender en masa estas tarjetas. Poco después, a la costumbre de regalar este tipo de postales se la añadiría la de regalar a la pareja otros regalos como rosas, joyas o bombones.

Esta tradición anglosajona se fue extendiendo por el resto de países durante el S. XX, jugando un papel muy importante la publicidad y el comercio que globalizaron la figura de San Valentín y todo el simbolismo que lo rodea como patrón de los enamorados y de todos aquellos que pretendían estarlo  institucionalizando el día 14 de febrero como el día del amor comercial por antonomasia incentivando a todo aquel que está enamorado en demostrar su amor al otro mediante la compra de un regalo.  En España esta fiesta comenzó a celebrarse a mediados del S. XX, con el único objetivo de incentivar la comprar de regalos, las malas lenguas dicen que esta festividad fue introducida por la cadena de grandes almacenes Galerías Preciados.

Viendo que todo lo que gira en torno al día de los enamorados únicamente tiene un carácter consumista y comercial, mejor no demostrar nuestro amor al ser querido con un regalo absurdo y de dudoso gusto en este día,  mejor demostrárselo día a día con gestos, palabras y acciones que demuestren lo que de verdad sentimos ya que no todo se compra con dinero, un pequeño gesto en un día cualquiera demuestra más que un gran regalo que por obligación consumista se ha comprado. 
Autor: Carmen (@Persefone123)

“La posesión de la riqueza tiene lazos invisibles en donde el corazón se enreda fácilmente”
 Jacques Benigne Bossuet



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