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jueves, 29 de mayo de 2014

Una mujer de treinta



Sábado. Me levanto y como una autómata me voy al lavabo y antes de hacer cualquier otra cosa, me voy directa al espejo. No se por qué lo hago si sé a quién voy a encontrarme. A veces pienso que lo hago porque, dependiendo de esa primera impresión será el resto del día, porque realmente, no es por descubrir algo nuevo.  ¡Oh Dios! si, hay algo nuevo, me he visto el nacimiento de una arruga, justo  en el rabillo del ojo derecho. Me acerco más… “si, es una arruga” Hago algunas muecas, arrugo el entrecejo, pero está confirmado, es una arruga. Suspiro con resignación y me digo a mi misma “qué esperabas si estás ya en los 30” Sabía que cualquier mañana podría ocurrir por lo que, lejos de preocuparme, celebro mi predicción. Me voy a la cocina y me preparo el primer café del día, este con sabor a madurez.

Dice mi madre, que es como todas las madres, muy sabia; que a lo largo de la vida de una mujer, esta se hace varios balances de su vida, porqué en cada uno de ellos, cree haber llegado al momento justo para hacerlo. Es algo así cómo cuando se celebra el partido de fútbol del siglo, de todos los años. Pienso que he llegado al momento del primer balance. Mejor pasar de largo por aquella etapa de mi niñez hasta la que me lleva mi memoria, cuando me pasaba horas frente al espejo mirándome para ver si podía adivinar cuando aparecerían los dientes que todavía me faltaban. O cuando me quedaba dormida mientras mi madre, con gran paciencia, me peinaba y tejía trenzas, en aquel momento, soñaba con ser un niño, con el pelo muy, muy corto.

Aguanta y respira




lunes, 26 de mayo de 2014

Paranoia


En los 20 minutos que tenía de descanso, Silvia disfrutaba del tiempo primaveral,  tomando el expresso de cada mañana, en la terraza del bar que había al lado de su trabajo. Delante de ella se sentó una pareja, fugazmente sus miradas se cruzaron y la pareja comenzó a hablar en voz baja… Y Silvia pensó “ya estamos, igual que siempre, criticándome sin ni siquiera conocerme de nada ¿Cómo puede ser que la gente sea tan mala?”. Se levantó desairada y les lanzó una fulminante mirada, la joven pareja se miró perpleja sin saber el porqué de la actitud de aquella mujer y siguieron planeando su escapada  para el fin de semana...
Cogió el ascensor para subir a la tercera planta donde se ubicaban las oficinas en las que trabajaba, y al salir se topó con algunas de sus compañeras que estaban hablando en la entrada del hall; creyó oír su nombre en la conversación, y de malas maneras se acercó a ellas y les espetó si tenéis algo que decirme me lo decís a la cara” y se alejó de ellas de forma altanera. El grupo de mujeres se quedó sin saber que decir, sin saber muy bien que había ocurrido, ellas sólo estaban hablando de cómo le iba en el colegio a la hija de una de ellas, que casualmente se llamaba Silvia. Mientras se alejaba de ellas, el corrillo de mujeres comentaba que con ese tipo de actitudes no era de extrañar las antipatías que generaba en la oficina, que eso provocaba que siempre estuviera sola, que nunca habían conocido a nadie tan mal pensado como ella.
Mientras hablaba con un cliente por teléfono, miraba por la ventana y vio bajar de un moderno descapotable a Claudia, despidiéndose del atractivo joven que lo conducía con una sonrisa cómplice. Claudia era la jefa de marketing de la empresa, era más joven que ella, y de las poquísimas personas con las que mantenía amistad dentro de su círculo laboral. Claudia llevaba poco más de dos años en la ciudad, la habían trasladado de las oficinas centrales al haber solicitado ella ese puesto por haberse enamorado de un hombre que residía en la ciudad. Al ver la escena del descapotable, Silvia despachó con prisas al cliente y llamó a sus otras dos amigas, para describirles la situación.  Ya lo habían comentado, que poco iba a durar ese amor, como podía hacerle eso Claudia a Carlos, su pareja, un hombre inteligente, atractivo, encantador, con muy buena posición social… Como podía comportarse así, como podía pagárselo de esa manera a la familia de Carlos, que sin conocerla de nada, la habían recibido con los brazos abiertos. Y las tres llegaron a la misma conclusión, que la primera impresión que se llevaron de Claudia era la cierta…  Que era una zorra.
Al acabar su jornada laboral se dirigió a casa, mientras el resto de sus compañeros se iban a tomar una cerveza al bar donde ella se tomaba su expresso de cada mañana, para celebrar el próximo enlace de Jorge. Al llegar a su casa la encontró oscura, fría, desangelada… como siempre. Encendió las luces del gran caserón, donde casi nunca venía nadie a visitarla. Vivía sola, sus hijos se habían ido a estudiar a otra ciudad, a 500 kilómetros de distancia; nunca entendió el porqué de la necesidad de irse tan lejos cuando en su ciudad podrían haber estudiado lo mismo. Su marido hacía ya hacía tres años que se había marchado, ella nunca se creyó la excusa que le había dado. Según ella, él se había ido con otra, que fue un cobarde por no querer decirle la verdad, que esa fue la verdadera razón y no las él había esgrimido para su marcha… Todo, una sarta de mentiras. Él le dijo que se marchaba porque se había cansado de sus malas actitudes, de sus continuos comentarios despectivos hacia la gente, de sus imaginarias conspiraciones en contra de ella, que casi nadie quisiera estar en su compañía a causa de sus desaires hacia los demás, que esa situación había repercutido de forma dañina en la familia y que estaba destrozando la relación matrimonial, que nunca hubiera hecho a sus constantes requerimientos para cambiar su actitud con la advertencia que en caso contrario se marcharía, que ya no podía soportarlo más… Que por culpa de todo eso había dejado de quererla.
Cogió una cerveza de la nevera, la misma que se estaban tomando sus compañeros de trabajo entre risas, alegría y buena compañía, y a la cual no había sido invitada. Para poder calmar el atronador estruendo del silencio de su casa, llamó a Claudia para ver si podía averiguar quien era el joven del descapotable; ésta le cogió el teléfono y le dijo que estaba con su cuñado y su mujer, que esa mañana había ido a desayunar con él porque estaban planeando la fiesta sorpresa que toda la familia le iba a dar a Carlos por su cuarenta cumpleaños, que ahora tenía que colgar y que mañana se lo explicaría todo. Encendió la tele y el griterío del programa se convirtió en la  banda sonora que rompía el silencio que imperaba en la casa. Mientras miraba la telebasura de turno, se mensajeaba con sus dos amigas  y en una conversación a tres bandas comentaban como era posible que alguna mujer pudiera querer casarse con el calvo, regordete y simplón de Jorge… y así siguieron, inoculándose ese veneno unas a otras que provocaba que siempre estuvieran SOLAS. 

"La paranoia es sólo otra palabra para definir la ignorancia". 

Hunter S. Thompson





jueves, 22 de mayo de 2014

Natural #microrelato



“¡Qué natural lo que se acaba cuando ya se apaga por sí! Voy con la razón satisfecha, dormido, contento feliz”.
 Alfonso Reyes Ochoa



Más de Francisco Machalskys en www.cuentoexpress.wordpress.com

La bomba se llamaba Hache

                 

 La Bomba se llamaba Hache

  La bomba se llamaba Hache,
 Cuando explota
 Lo barre todo,
 El cielo cae por su propio peso
 Broadway se desploma sobre el Bowery,
 Harlem se funde en un abrazo con Queens

 La bomba se llamaba Hache,
 Derrite la torre Eiffel,
 Las manecillas del Big Ben
 disparadas.
 Se clavan en el corazón de Londres,
 Los hombres, las casas, los coches,
 Son pavesas que bailan
 Alrededor del hongo rojo

 La bomba se llamaba Hache,
 Y con su luz
 Crea en las paredes
 Radiografías perpetuas,
 Todas las pestañas de la Tierra
 Se incendian al unísono,
 Y se velan
 Todos los ojos del planeta

 La bomba se llamaba Hache,
 Hache,
 Y fue la última cosa
 En todo el mundo
  A la que alguien puso nombre.




"Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: la paz".

Albert Einstein


miércoles, 21 de mayo de 2014

Dejando de ser Emilio para ser Julia



Lo que más me gustaba de Adriana era su cuerpo.

Era una mujer grande.  Tengo una habilidad particular para advertir las formas y las dimensiones.  De las cosas.  De los cuerpos.  Debí haber sido arquitecto.  O diseñador de interiores.  O de modas.  ¡Pero nunca contador!

Pero bueno, debía ser como mi madre.  Mi madre era tan formal.  La ejecutiva perfecta.  Sus vestidos.  Sus peinados.  Sus sostenes con varetas de acero incrustadas.  Sus enaguas.  Sus zapatos cerrados de taco mediano.  Su cartera de piel en perfecto maridaje con los zapatos.  Su Cadillac de ejecutiva.  La contadora corporativa ideal.

Adriana era una mujer grande.  Muy grande.  El tamaño de sus pies competía con el de los míos.  De tan solo mirarla estaba seguro que mis calzones se ajustarían perfectamente a sus caderas.

Cuando llegó el momento de los anuncios en la Misa, ella se levantó para informar la creación del Coro Parroquial de la Juventud.  La fiebre con Juan Pablo II era grande.  Las travesías del Papa Viajero eran inspiradoras y todos soñábamos con cantarle al pescador de hombres.  Estaba seguro que allí, con ella, era que yo quería estar.  Terminada la celebración me le hice disponible.  Desde entonces fuimos amigos inseparables.

lunes, 19 de mayo de 2014

Tan dolorosamente real


Tan dolorosamente real

Harta de ser un sueño.
Harta de ser fantasía.
Harta de ser una musa.
Harta de ser un reflejo.
Harta de ser una ilusión.

Soy tan dolorosamente real,
como cada lágrima que escapa
ardiendo de mis mejillas.

Soy tan dolorosamente real,
como cada sonrisa que doy, y
que desdibujas con un cincel de escultor
esculpiendo en mi dulce rostro de niña
una desagradable media luna de tristeza.

Harta de que me ates.
Harta de que me cojas y luego me sueltes.
Harta de tu incapacidad de decisión.
Harta y más que harta de tanto sacrificio.

Soy tan dolorosamente real,
que soy incapaz de no ser yo misma.
Soy tan dolorosamente real,
que odio simular y fingir.

Soy tan dolorosamente real,
que transformo y lucho por mi vida
para que deje de ser tan dolorosamente real.

Harta de sueños y quimeras
Harta de palabras que se borran tras un tropiezo.
Harta de bobadas y estupideces
Harta de que las personas no sean,
que solo parezcan ser
y algunas ni llegan a ser seres,
porque carecen de raciocinio.

Soy ahora tan dolorosamente real,
que no quiero un pasado,
no quiero un presente,
quiero un futuro cierto y real.
Un futuro sin sueños
Un futuro real y contigo.


Porque estoy harta de ser tan dolorosamente real.





"La mujer musa es la de carne y hueso"

Rubén Darío




Hablar andaluz...




Que soy andaluza de los pies a la cabeza no tengo que decirlo porque lo llevo a gala. Con los años más defiendo lo mío y a los míos. Me gusta mi tierra, me gusta sus gentes, nuestras costumbres, nuestra alegría, nuestras tradiciones, y nuestra manera de hablar, el "andalú". Y es por eso que aquí os dejo algunas de las cosas que yo suelo decir por si algún día habláis conmigo y para que me entendáis mejor: 

            • Yo no os quiero mucho, os quiero una "jartá" ya lo sabéis.
            • Aquí no hace un calor insoportable, aquí hace una "pechá de caló".
            • Yo cuando me voy no me voy, me "piro".
            • Yo no me enfado, yo me "cabreo.
            • Para mí la gente no es pesada es "jartible" o muy "seguía".
            • Yo no voy a recados, yo "hago los mandaos".
            • Para mí no hay gente sin gracia, hay "malages""saborios".Cuando veo a alguien muy delgado para mi necesita "un cañonazo  puchero" o "tiene menos carne que el tobillo un canario"; y si es lo contrario está "petao".
            • Yo no veo poco es que "no veo tres en un burro".
            • Para mí la gente no se excede se "pasa tres pueblos".

Y así podría seguir pero no es plan, que no quiero que me digáis que soy más pesá que "un tanque en la solapa". ¿Sabemos hablar o no? Pues yo creo que si para decir la misma cosa tenemos varias frases no es que sepamos...es que lo bordamos.

     Autor: @lasevi39 


"Andalucía es increíble. Oriente sin veneno. Occidente sin acción".
                 Federico García Lorca



miércoles, 14 de mayo de 2014

Desvaríos

"¡Oh, para qué tantas palabras...! usted lo ama sin duda... sus miedos, sus terrores, todo eso es también amor y del más delicioso.

El amor que uno no se confiesa".

Gastón Leroux


domingo, 11 de mayo de 2014

Brief, endless night... #microrelato




"La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza; ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón". 

Brassai




Recuerdos en el Valhalla



Mis pasos resuenan en el Salón de los Héroes mientras me encamino al combate que, día tras día, libro con mis hermanos desde que llegué a este lugar.

Alzo la vista y contemplo los escudos dorados que forman el vasto techo... el mágico fulgor que nace en ellos no puede ser descrito con palabras pero bien podría decirse que la luz de todas las estrellas pasa por ellos. Nunca me canso de sentir esa luz y de ver como hace que las armas que porto en mis manos brillen con el Aura del Valor. Enormes lanzas sostienen esos fantásticos escudos y son tan recias que serían capaces de aguantar el peso de Idgrassil, el árbol que da vida al universo entero. Y no menos imponentes son las Puertas Sagradas que dan al recinto de las batallas, donde mis hermanos ya deben haber empezado el entrenamiento de hoy...

sábado, 10 de mayo de 2014

¡OH mi vida tierno canto!


¡OH mi vida tierno canto!

¡OH mi vida tierno canto!
¡OH mi suerte bello cielo!
¡OH mi muerte calido suelo!
¡OH mi yo dulce manto!

Dichoso el hábil habitante
del oscuro paraje de mis ojos
con suave gusto de hinojos
arropa el recuerdo de mi mente.

Melodía armoniosa tocan
tus dedos bailando ante mis ojos
tocando cada instantes ocultos.
Mi corazón late por tus ojos
siguiendo el viento alegre
impulsando mi sangre
en busca de las luces
que en tu voz ocultas.

Victoriosa hoy luces
los fríos restos sepultas
del corazón quebrado
el cual tristemente
latente en muerte inoculado
esperando un débil llanto
esperando tu ultimo canto.



“La melancolía es una tristeza, un deseo sin nada de dolor, parecido a la tristeza en la misma medida en que la neblina se parece a la lluvia”.
Henry Longfellow Wadsworth


                                                                      

jueves, 8 de mayo de 2014

Manías impulsivas obsesivamente interesantes


Tenía... manías. Ya sabéis. Algunos ordenan los bolígrafos antes de un examen, otros se santiguan antes de entrar al campo... Manías, sin más. Bueno, pues las de ella no eran manías sin más.

Por ejemplo, una vez la reté a comerse un plátano porque decía que no comía comida amarilla porque le sentaba mal. Me reí y eso la enfadó tanto que cogió la fruta, la peló y se la metió en la boca. Solo dos segundos bastaron para que se fuera corriendo al baño a devolver lo que ni siquiera había tragado.

Otra vez, inconsciente de su manía por tener todos los calcetines desordenados en el cajón, se los ordené. Lloró tanto que creía que se le iba a salir el corazón por la boca. Le pregunté que qué más le daba, si así le ahorraba tiempo de búsqueda al vestirse. Me respondió que no lo entendía y que ni siquiera intentara hacerlo porque no lo haría. Que cada uno tiene su tema...

A ustedes, que escriben


A ustedes, que escriben

Porque me han dado el lugar,
y es menester que aproveche
cada cual su oportunidad,
hoy me impongo ser valiente
y, sin levantar mi frente
de la hoja  que aquí tengo
ni saber si en ello acierto,
convoco a los combatientes

Combatientes sin igual,
que entre sus dotes poseen
el del escrito inmortal,
que perdura y se mantiene,
aquel que de tiempos no entiende
y lo injusto callar no acierta:
a ustedes convoco , poetas,
con esperanza y fe ardientes.

Los muevo a esparcir sin temor
en cuanto suelo transiten,
y escribir con pasión y fervor,
la poesía que pervive:
esa poesía que imprime
en sus letras amor a la Vida,
y clamorosa hace oír su lira
en alejados confines.

A ustedes convoco, poetas,
para defender la Justicia,
para que la Vida y el Bien sean,
de sus versos, la codicia,
cada estrofa una caricia
que consuela al afligido,
al que injusto es perseguido;
Sean, poetas, milicia.

Tienen que ser sus voces
las de quienes voces no tienen,
escudo que, por amor,
a los indefensos protege.
Escriban cuando requiera
la Verdad ser defendida
y cuando se ataque a la Vida
enarbolen su bandera.

Tal tarea no ha de ser fácil,
es preciso que se esfuercen,
no basta con solo ser hábil,
compromiso también requiere;
Son ustedes los que deben
defender la Verdad y la Vida
derramando sus poesías
porque, solo ustedes, pueden.

Usen con celo su don,
póngale ahínco: sin tregua.
Y no habrá en el orbe un rincón
por recóndito que sea
que no se conturbe o conmueva
cuando, en pos de la Vida,
sin importar mucho el día,
alce su voz un poeta.


"El verdadero poeta tiene palabras que muestran sus pensamientos, pensamientos que dejan ver su alma, y un alma en la que todo se pinta de manera distinta. Su espíritu está colmado de imágenes muy claras, mientras que el nuestro sólo está lleno de señales confusas".
 Joseph Joubert


Más de Rafael Simone en su blog www.xescrito.blogspot.com.ar  y página www.facebook.com/pages/XEscrito

martes, 6 de mayo de 2014

Artemisia Gentileschi


Hace algún tiempo,  curioseando en un puesto de libros en un mercadillo, compre entre otros, un libro que luego se convirtió en uno de esos que vamos dejando a un lado, porque sin saber por qué , no nos decidimos a leer. Tal vez por el título o por nuestras preferencias literarias. El caso es que un día me encontré con que no tenía nada que leer y decidí empezar con él. “La pasión de Artemisia” La desgana con la que comencé a leerlo pronto se fue transformando en un interés que me atrapó. Me interesa mucho la vida de todas aquellas mujeres que, independientemente de la época en la que hayan vivido, han sido transgresoras, han tenido una vida intensa y sobre todo, han enfrentado la vida con valentía. Artemisia Gentileschi no fue una heroína de guerra, ni una reina, tampoco fue una activista, fue una pintora.

 Hija de un prestigioso pintor, Orazio Gentileschi fue la única de seis hermanos que se sintió atraída por la vocación de su padre. Nació en una Roma convulsionada  por los conflictos políticos y papales allá por el 1593. Quedó a cargo de su padre a los doce años cuando muere su madre. Admiradora del gran Caravaggio, el año en que este muere, Artemisia termina su primer cuadro titulado “Susana y los Viejos”, tenía tan solo 17 años. Viendo las cualidades artísticas de su hija, Orazio la pone en manos del pintor Agostino Tassi, reconocido por su dominio de los claroscuros y  quién se convierte en su maestro. Algunos meses después la muchacha fue violada por su maestro. El escándalo recorrió toda Roma, el maestro se comprometió a casarse con Artemisia pero, al incumplir esa promesa Orazio lo lleva ante la justicia. Artemisia es sometida a todo tipo de interrogatorios y torturas, entre ellas, atar sus dedos y presionarlos hasta casi deformarlos, con la única intención de que confirmara la acusación. Tassi fue sentenciado a un año y medio de prisión y al exilio, aunque nunca cumplió estas penas. Para el padre, esta situación hizo que, lejos de proteger más a su hija, le causara una gran afrenta. Arregló un matrimonio con el pintor florentino Pierantonio Stiattesi y procura que se vayan a Florencia.
Ya en la capital de la Toscana vivió unos años de penuria económica y un matrimonio bastante conflictivo pero, Artemisia siguió pintando y logra ser la primera mujer en ser admitida en la Academia del Dibujo. A partir de ahí, comienza a relacionarse con grandes artistas como el Joven Buonarroti, quien era sobrino del Gran Miguel Ángel y pasa a trabajar bajo el mecenazgo de Cosimo II de Medici. Inicia una gran amistad con Galileo Galilei; amistad esta que se mantendría durante mucho tiempo de forma espistolar. Fue la época en la que, entre grandes cuadros, logra su obra maestra “Judith Decapintando a Holofernes” donde, según los entendidos de su arte, los rasgos de Judith son los suyos y Holofernes representa a Tassi, su violador. A pesar de sus éxitos y reconocimiento como pintora, la acuciante situación económica la obliga a dejar Florencia y trasladarse nuevamente a Roma donde pintó varios cuadros de renombre pero que, no lograron ser del todo rentables para solventar su delicada situación económica.  Su marido se ve envuelto en un hecho de sangre y terminan por separarse. Artemisia se traslada a Venecia donde estuvo durante tres años y vuelve a disfrutar del éxito. Finalmente, se marcha a Nápoles para ponerse al servicio del virrey español Fernando Enrique Afán de Ribera, gran admirador de su obra.

Durante el tiempo que estuvo en Nápoles su fama se extendió y fue contratada para trabajar junto a su padre en Londres. El tiempo había pasado y con él se habían cerrado aquellas heridas que los mantuvieron distanciados. Orazio era considerado un maestro de la pintura en la corte del Rey Carlos I. Finalizado ese periodo, volvió a Nápoles donde estuvo hasta su muerte.
Para Artemisia Gentisleschi la mujer fue el centro de su pintura, en todas sus obras se destaca la imagen de la mujer, una mujer con fuerza expresiva que traspasa el lienzo. De ella se dice que fue la única mujer que destacó por los desnudos femeninos, a pesar de que existieran otras pintoras contemporáneas a ella. Sus cuadros fueron cotizadísimos por los nobles de la época, la mayoría, aquellos que mostraban los desnudos femeninos cargados de un dulce erotismo, sin olvidar las obras destacadas por su gran dramatismo. Artemisia fue una mujer transgresora para su época, rompiendo reglas sociales en pos de la libertad que, sabía era el camino hacia la gloria como artista. Pintó a la mujer tal y como ella la entendía, en el centro de sus cuadros, en el centro de la vida.
Autor: Nerea (@lenenaza)

"Lo que todavía nos falta a las mujeres aprender es que nadie da poder. Simplemente lo tienes que tomar tú"
Roseanna Barr


jueves, 1 de mayo de 2014

Canto Petrarquista: Soñar con tus labios...




"Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimidos mis labios..."
 Juan Rulfo



Me gusta desnudarme en el balcón


Me gusta mi nombre.  Me fascina llamarme Elena.  La Santa, hija de Zeus y de Romano, madre y mujer de Constantino, la de Troya, la que brilla en la oscuridad, la Princesa del Gran Duque, la de Pávlovich, la Emperatriz, la de Bizancio.  Aunque cuando me siento sexy prefiero decir que me llamo Jelena.  Entonces digo que soy la de Borbón y Grecia.

De día soy Elena y vivo entre libros.

Tengo sencillas rutinas.  En la semana me despierto a la misma hora.  O un poco más tarde.  O algo más temprano.  No soy predecible.  Siempre hago lo mismo.  Aunque suelo alterar mis patrones.  Por seguridad.  Cuando me salgo de la cama me tomo una píldora que previene los calambres.  La tengo al lado de la cama. Un frasco grande.  Y medio vaso de agua que amanece fría cuando enciendo el acondicionador de aire.  Hace años que el espasmo muscular en el estómago me persigue.  Creo que el exceso de ejercicio y la acumulación de ácido láctico me matan poco a poco.

Disfruto fatigar los músculos.

Preparo un desayuno liviano.  Aunque no siempre lo hago.  Tomo un baño de agua caliente.  O puede ser fría.  En ocasiones me gusta depender de la época del año.  Me lavo siempre el pelo primero.  Para que el agua imperfecta aparte el desaseo de mi pelo rizado.  Y de los pies pase al desecho desaguador cualquier impureza malquerida de mi cuerpo.

Trabajo en el Depósito de Libros de la Biblioteca de la Universidad.  Siempre hago lo mismo.  Leo.  Y me encargo de los libros raros.