Aprendió a caminar,
despacio, a su ritmo, notando sus latidos en cada paso…
Antes sólo corría,
siempre a galope, aceleradamente.Nunca
paró y se contempló, nunca se observó. Ahora sí, se detuvo, se miró y
comprendió…
Antes tenía pavor a
escucharse, a dejarse llevar, siempre al mismo insulso e insípido ritmo. Su
corta vida le enseñó a detenerse y mirar hacia los lados, ver más allá,
escuchar, sentir la lluvia, empaparse gota a gota, que su rostro mojado
liberara nuevas sensaciones. Recobró esa ternura
perdida, sus ojos mataron la dureza, sus labios vivían, sus manos rebosaban
tierna dulzura. Su corazón bombeaba calor desprendía esa fuerza escondida y las
piernas empezaron a pisar firmemente hacía el rumbo marcado.
Sus pies, ya sin
dolor, ya sin ese desmesurado dolor acumulado y con el lento caminar, empezó a
descubrirse. Olía, fritaba, saltaba sin necesidad de un por qué. Ya no contaba
los pasos, ni las horas, Su reloj se paró, por fin se había tomado su tiempo.
Desapareció el tic tac, ya no sentía presión en su alma, la cambió por una
sonrisa, porque aprendió a caminar despacio.
Aprendiz de sus
pasos, aprendiz de su vida. Y es que la libertad comienza en uno mismo. El
resto, el resto, si que es una cuestión de tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario