Una vez
existió un latido, un tic-tac que se vio roto durante su desgastada vida. Un
corazón inamovible, congelado durante periodos infinitos, bañado por la
oscuridad, el frío y la cruda soledad. Hasta que un día, escuchó un pequeño golpe, un tic que asumió
era irreal, inventado, ficticio. Una
pequeña brisa que rozó su pecho, haciéndole sentir inseguro. Escucho otro
golpe, un tac que le recorrió el cuerpo, invadiendo cada espacio de miedo. Creó
otro mundo paralelo, donde el latido no supusiera un peso. No existía dolor, porque
no dejaba que hablará su esperanza. Tampoco había cabida para el amor, pues no
creía en él. La luz le bañaba poco a poco, alcanzando todo su espacio. El
tic-tac luchaba por hacerse oír, por recordar que aún existía. El corazón
luchaba para devolverle a la vida, la cabeza se llenaba de teorías elementales,
vacías, pero que le hacían retomar el
control.
El miedo reía,
caminaba a sus anchas apagando la luz y su sonido, día tras día; dando por
ganada su batalla, jugaba con ese sentimiento porque se sentía fuerte, ganador.
Mientras su pecho yacía hundido, sin revelarse. Apenas pensaba que era lo que
estaba sucediendo. Y pasó… Una mañana tras abrir los ojos, un fuerte golpe se
adueñó de su alma… Había vuelto, recuperando su luz inmensa, valoraba su miedo pero seguía latiendo. Se
oía por encima de las nubes, y atemorizado decidió dejarle fluir… Saber dónde
llegaría de nuevo, y llegó al lugar más bonito que jamás habría imaginado. Se
reunió con su otra alma, que también latía por encima de lo inexplicable.
Una vez, existió un latido… Que luchó por su
destino.
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