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domingo, 31 de julio de 2016

Belleza embrujada



Hace mucho tiempo, cuando la Península Ibérica estaba dividida en numerosos reinos, existió uno con un joven rey al frente. Era Edmundo, rey de Aquitania, que heredó el trono siendo adolescente al morir su padre en una guerra con el reino vecino de Maulica. Edmundo, desde niño, tenía un amigo casi inseparable llamado Adomis, al que nombró capitán de su guardia. Un día el joven rey Edmundo fue sorprendido y capturado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques. Ambos reinos estaban en paz, pero el delito era muy grave, por lo que Adomis, al enterarse, partió rápido en busca de su mejor amigo y rey.
Al llegar a Maulico entró en palacio con los honores de un embajador y pronto solicitó la liberación de su rey. Fue recibido en audiencia por el rey Gambler, monarca de Maulico, y sus esposa Cleverina, ambos ya algo ancianos. Gambler quería la paz, pero no podía liberar a Edmundo fácilmente, por lo que pidió consejo a su esposa. Así Cleverina ideó una solución original e ingeniosa y se la comunicaron a Adomis. El rey Edmundo permanecería cautivo en una torre de palacio hasta que Adomis resolviera un misterio antes de quince días. Adomis quedó sorprendido y preguntó qué cosa. 
A lo que Cleverina respondió:
- Ya que usted es un apuesto y noble caballero deberá cumplir un desafío de su altura. Se trata de responder a ¿qué quiere realmente la mujer?.
Adomis quedó perplejo, no podía entenderlo. Pero no podía hacer nada, sólo partir de inmediato en busca de la respuesta a aquella extraña pregunta. Y así hizo. Nada más llegar a Aquitania empezó a interrogar a las mujeres de la Corte, pero éstas no pudieron especificar una respuesta única. Algunas le dijeron que ante temas importantes o vitales siempre tenían al padre, o las casadas al marido, para responderlas o resolverlas. En los días siguientes continuó interrogando al resto de las mujeres del reino, solteras, casadas, viudas, incluso a prostitutas. Y ninguna le ofreció una respuesta convincente.

Pasaron diez días y una mañana, sentado al lado de una fuente en una plaza cercana a palacio, se encontraba desesperado. A esto pasó el bufón de la corte bailando y diciendo tonterías. Y soltó una burla malvada en forma de canción:
- Adomis no sabe lo que realmente quieren las mujeres, no lo sabe... 
- No te burles bufón, que nuestro rey está en peligro. Además tú tampoco lo sabes -replicó Adomis-.
- Pero sé quién lo sabe -anunció el bufón en tono burlesco-, sé quién lo sabe...
Al instante Adomis se abalanzó sobre él, agarrándolo por el pecho y preguntando con rabia quién lo sabía. Y el bufón, sin perder la sonrisa ni el tono de burla, respondió:
- La vieja bruja de la cueva...
Adomis nunca había visto a la bruja, pero sabía que vivía en una cueva alejada. Recordó que bastantes mujeres, algunas incluso de la Corte, habían ido a solicitar aquellos servicios de magia: Pero la bruja siempre pedía un precio alto, era famosa en todo el reino por el coste exorbitante que cobraba por sus servicios. El joven capitán no quería recurrir a la magia y más aún sin saber el alto precio que la bruja le exigiría. Dudó varios días, hasta que llegó la mañana del penúltimo día del plazo convenido y Adomis no tuvo más remedio que ir a la cueva y consultar a la bruja. Al entrar un olor putrefacto casi hizo que se volviera, y al avanzar entre la oscuridad se escuchaban ruidos extraños, como de serpientes y lagartos. Él, primer caballero de Aquitania, que nunca había sentido miedo ante ninguna batalla, en aquella ocasión un escalofrío helado recorrió su cuerpo. Siguió caminando entre la oscuridad y a al fondo, ante una pequeña hoguera, la vieja bruja permanecía sentada. Al llegar ante ella dijo:
- Sea bien hallada, señora, vengo a...
- Ya sé porqué estás aquí -interrumpió la bruja-, bienvenido y apuesto Adomis, vienes a
desentrañar un gran misterio femenino.
- Así es, quiero saber qué quieren realmente las mujeres.
- Qué casualidad, hace muchos años una joven princesa llamada Cleverina me preguntó lo mismo.
- Ahora comprendo... Entonces dime qué le respondiste.
- No, todavía no comprendes del todo este curioso dilema, pero otro más curioso resolveré yo contigo.
- No entiendo -dijo Adomis a la mujer más vieja, fea y maloliente que había visto en su vida-.
- Sí, porque descubriré hasta dónde puede llegar el valor de la amistad.
- Te refieres a mi amistad con el rey Edmundo, ¿tan alto es el precio que pondrás?.
- No, en realidad el precio ya está puesto desde aquel día que vino Cleverina, pues mi maestra, una bruja muy poderosa, vaticinó que cuando me hicieran otra vez la misma pregunta, sería un hombre y... mi futuro marido.
Adomis quedó aterrado, el precio era casarse con la vieja y fea bruja. Estaba sin palabras, pero no así la bruja que preguntó.
- ¿Aceptas?.
El caballero más noble de Aquitania y el más íntimo amigo de su rey quedó vulnerado. El guerrero Adomis miró horrorizado a la aparentemente débil bruja: era jorobada y hedía tanto que le hacía venir ascos. Nunca se había topado con una criatura tan repugnante. Se acobardó ante la perspectiva de asumir esa terrible carga. Un sacrifico excesivo, pero recordó los grandes ideales y planes que él y Edmundo tenían para Aquitania, convertirla en el mejor reino. Incluso había proyectado construir una mesa redonda para reunir a los mejores caballeros y hacer un mundo mejor. Así que, en un arranque de valor, aceptó.
Los dos salieron de la cueva y se dirigieron a palacio. Se anunciaron las bodas y apresuradamente se reunió la Corte para celebrar el oficio. Una vez casados, la vieja bruja, con su mágica sabiduría, dijo al bello Adomis:
- Aquello que realmente quiere la mujer es: "Ser la soberana de su propia vida".
Y por fin Adomis, con la información largamente esperada en su poder, partió rápidamente hacia Maulica. Fue recibido por el rey Gambler y la reina Cleverina, y al oído de ambos dio la respuesta del acertijo. Como era la correcta Gambler fue a ordenar que liberaran al rey Edmundo. Y en ese breve momento que Cleverina y Adomis quedaron solos, el apuesto preguntó.
- ¿Sabías que quien preguntara a la bruja por ese acertijo debería casarse con ella?.
Entonces la reina Cleverina rió con maldad y respondió.
- Por supuesto.
- ¿Por qué?
- Porque fui la mujer más bella del mundo, y cuando te vi contemplé al hombre más bello del mundo. Me enamoré de ti, tu belleza masculina es tanta que resulta arrogante. Y si yo no podía tenerte, sólo viéndote casada con la más fea criatura femenina de este mundo se aliviaría mi dolor, pues no soportaría que otra mujer bella te poseyera.
- Eres una reina mala, tú sí que pareces una bruja perversa.
- Jajaja, en realidad soy la persona más poderosa de este reino, mi marido es sólo un títere en mis manos. Y ya me inventaré algo para volverte a ver, incluso para poseerte, aunque para ello deba conquistar Aquitania.
- Cuidado, reina bruja, puede ser que resulte al revés y yo mismo te destrone y destierre.
- Sí, sueña, que esta noche te espera una verdadera pesadilla en tu lecho nupcial, jajaja.
En ese momento volvió Gambler con el rey Edmundo ya liberado que se abrazó a su amigo Adomis nada más verlo. Y ambos partieron felices hacia Aquilania. Felicidad que se hizo colectiva y extensible a todos los aquilianos cuando llegaron a Palacio. Y aquella misma noche hicieron una gran fiesta como celebración de la vuelta de su rey y para continuar las nupcias de Adomis con la bruja. Pero en el festejo la vieja bruja desplegó sus peores maneras, engullendo la comida directamente del plato sin usar los cubiertos, emitiendo ruidos y pudores espantosos. Así llegó la noche de boda cuando Adomis, armado de valor fue al lecho nupcial, allí esperó que su desagradable esposa se reuniera con él. Entonces aconteció un milagro y la bruja apareció con el aspecto de la doncella más bella que un hombre haya visto jamás. Adomis quedó maravillado, y muy sorprendido preguntó qué había sucedido. Y la bella joven respondió.
- Como te has mostrado cortés, gentil y respetuoso conmigo has revivido un viejo encantamiento según el cual la mitad del tiempo me presentaré con aspecto horrible, tal y como me conociste, pero la otra mitad seré esta bella doncella que ahora ves y que puedes poseer. Para ello tienes que decidirme qué mitad del tiempo prefieres que sea guapa, ¿por el día o por la noche?.
Qué pregunta más cruel, pensó Adomis. ¿Querría tener durante el día a una joven adorable y por las noches en la privacidad de su alcoba a una bruja espantosa?. ¿O prefería tener de día a una bruja detestable y a una joven bella en los momentos íntimos de sus noches conyugales?. Después de pensarlo mucho el noble caballero respondió:
- Si algo he aprendido estos días no ha sido el valor de la amistad, que de alguna manera ya conocía. He aprendido que la mujer debe ser soberana de sus propias decisiones, y que nadie debe elegir por ella, ni siquiera su marido. Así que la decisión es tuya.
Al escuchar esto, ella anunció que tanta justicia y honestidad había dado más poder a la magia blanca del amor. Y por tanto sería bella dama por la noche y también por el día, porque la había respetado y le había permitido ser dueña de su vida. Y...

- Me llamo Dita, una princesa que fue condenada a ser bruja en su juventud, por la envidia de otra mujer muy poderosa al comprobar que yo era más bella que ella. Pero tu clarividencia ha levantado el encantamiento y ha vuelto aquella edad y cuerpo que perdí. Ahora, con mi belleza actual y tanta sabiduría acumulada durante tanto tiempo, y junto a este poderoso amor que me nace hacia ti, serviré a nuestro matrimonio.

Autor: Ciudadano Humano (@ciudadanoNick)




"La mujer, tal como es, es un individuo completo: la transformación no debe producirse en ella, sino cómo ella se ve dentro del universo y en cómo la ven los otros"
 Carla Lonzi















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